"Todo poema es un mapa", escribe Escalante Andrade. En efecto: los ejercicios cartográficos que contiene este libro trazan un regreso al lenguaje, se valen de lo verbal como materia prima para reconstruir un sentido y un deseo propios para habitar el mundo. La enunciante, signada por un silencio electivo pero consciente de ese otro silencio impuesto a las mujeres que nos precedieron, utiliza la palabra con esmero, dilatadamente, como quien germina semillas bajo tierra.