Sarah y Angelina, dos patricias del sur profundo estadounidense originarias de Charleston, renegaron de su patria y del destino que el capitalismo esclavista les tenía reservado. La capacidad para comprender su posición de clase privilegiada, al tiempo que atrozmente opresora, les hizo escapar de la tela de araña que la economía de las plantaciones llevaba siglos tejiendo a base de destrozar cuerpos y mentes.