La traducción es una actividad que ha acompañado al ser humano a lo largo de los siglos. Si, como afirma Octavio Paz, aprender a hablar es aprender a traducir, entonces traducir es un mecanismo esencial que permea nuestra concepción, percepción y aprehensión del mundo. Desde otra perspectiva, aprender a traducir es también aprender a leer en su sentido más amplio: es descifrar, comprender e interpretar la alteridad inscrita en cualquier tipo de constructo cultural, en especial el fabricado por el discurso literario. Lejos han quedado los tiempos en que se pensaba que la traducción era un simple puente entre culturas gracias a la transcripción lingüística que permitía acercarse a la producción escrita de geografías ajenas a la propia. Dentro de los estudios literarios es cada vez mayor la conciencia crítica acerca de la importancia que la traducción tiene como una forma de intertextualidad indispensable para la creación y que aparece en muy diversas manifestaciones. El propósito de este libro es explorar cómo la traducción puede convertirse en un modo muy particular de lectura que conduce también a una reescritura. En el proceso se generan una serie de resonancias que invitan reflexionar sobre el modo en el que leemos y a interrogar algunos presupuestos relacionados con la lengua, el género, la nacionalidad, la memoria o la literatura misma.