En los últimos veinte años del siglo XX, una revisión radical y desestabilizadora convulsionó los presupuestos etnocéntricos del pensamiento antropológico, filosófico y político de Occidente. Estaba cambiando la geopolítica del planeta, y comenzaba a vacilar la proyección sobre las demás culturas de nuestras categorías de subjetividad, historia, soberanía, ciudadanía, universalidad o emancipación. La nueva actitud propició el florecimiento de estudios «poscoloniales», reunidos por la práctica del contagio. Desde entonces la contaminación entre concepciones a primera vista irreconciliables de la vida en sociedad se antoja más fructífera que el enrocamiento defensivo, mientras la migración de conceptos y principios sigue a la diáspora de los cuerpos de carne y hueso: pierde su connotación privativa para transformarse en un estado de elección. Estar siempre «fuera de lugar» ayuda de hecho acontemplar el mundo y a nosotros mismos con distintos ojos. De este «contrabando incontrolado de ideas más allá de las líneas» según la máxima fulminante de Edward Said, el ensayo de Emanuela Fornari constituye probablemente el primer reconocimiento completo en clave filosófica. No hay línea de fractura o desplazamiento de fronteras disciplinares que escape a su análisis reconstructivo. En la conciencia de que no todo es transferible de una cultura a otra, y de que es preciso salvaguardar aquel coeficiente de intraducibilidad ante el cual sólo es posible un silencio a varias voces.