El aborigen ha sido considerado por el peronismo como el resto atávico de una sociedad pasada, un sujeto pasivo a cristianizar o transformar en trabajador rural o urbano. Los nietos de los derrotados por el roquismo, subsumidos en el Estado nación, cobraban carta de ciudadanía histórica al conformarse como pueblo soberano, pero bajo la condición de su desindianización. Dentro de esas claves es preciso leer la situación producida, en los albores del peronismo clásico, bajo el nombre de Malón de la Paz. Una gigantesca movilización indígena, de ribetes épicos, que atravesó el territorio de norte a sur con una doble demanda: de visibilidad como sujetos sociales singulares y de atención a los reclamos territoriales históricos. La historia es conocida: el Malón de la Paz acabó en la patética folclorización de la protesta y su desactivación manu militari, aunque ciertamente más tarde se procedió a la concesión de derechos territoriales y a la mejora acotada de las condiciones de vida de las comunidades. Con la publicación de los diarios de viaje de dos de sus principales dirigentes, en los cuales se puede seguir la percepción subjetiva de los hechos, la Biblioteca Nacional propone un aporte al conocimiento del episodio que sigue siendo un dilema a descifrar para reflexionar sobre la situación actual de los pueblos originarios en nuestro país.