Jacques Rancière presenta al poeta Stéphane Mallarmé en una dimensión histórico-crítica: no se trata del pesquisador de palabras rebuscadas, ese que necesita esencias extrañas para fines estéticos, ni tampoco es el pensador silencioso, nocturno, que de tan puro no puede ser leído ni comprendido. Y así lo anuncia: si Mallarmé "figura como el poeta de la oscuridad [_] las páginas que siguen quisieran ayudar a desenredar esa noche, a distinguir la dificultad propia de Mallarmé del sombrío alcance de las palabras del poeta y de su oscuridad". A través de un estudio sucinto y al mismo tiempo inspirador, Rancière afirma que Mallarmé es el intelectual que vive en una república en crisis máxima de valores literarios, históricos y civiles; una república que urgentemente requiere de formas de representación cívica que sean capaces de reemplazar la pompa fatua de las religiones y las dinastías. Por lo tanto, si la poética mallarmeana resulta difícil, es porque ha alcanzado una excepcional conciencia de la complejidad de su momento histórico y del rol que en él le corresponde a la poesía, una poesía que no hace concesiones a las sirenas del falso compromiso ni a las del esteticismo vano. Identificando uno a uno diversos nudos centrales que propone la poética de Mallarmé, Rancière los pone al trasluz de su propia interpretación del poeta como portavoz de un tiempo nuevo. Dicho análisis-propuesta puede ser confrontado con la propia palabra del poeta a través de la selección de sus poemas incluida en el libro.