Las diferentes cuestiones de las que trata esta obra giran en torno a una central, el orientalismo, ese conjunto de saberes sobre esa entidad genérica que se denomina «Oriente» que tanto han contribuido a legitimar el imperialismo y colonialismo occidental en esa región y a moldear la visión sobre ella. La versión integrista reaccionaria de la religión musulmana y su comparación con determinadas manifestaciones de las iglesias cristianas, la evolución del islamismo francés, sus logros y sus insuficiencias en la visión de dar al-islam, el supuesto orientalismo que Edward Said imputa a Marx, el cosmopolitismo en sus diferentes manifestaciones y su influencia en la construcción de distintos paradigmas de universalidad son dichas cuestiones. En todas ellas laten las limitaciones del orientalismo en su doble vertiente: como creador de un conocimiento sesgado de «Oriente» y como impulsor de una percepción esencialista de la región, a través del establecimiento de una diferencia ontológica entre Oriente y Occidente. Esta última ha tenido una deriva esencialista que Gilbert Achcar libanés, profesor universitario en Francia y Gran Bretaña y comprometido con las causas de izquierda califica de «orientalismo al revés» junto a otros estudiosos árabes.
La crítica al orientalismo permite a Achcar reivindicar la pertinencia del marxismo a la hora de analizar la compleja problemática de la visión occidental del mundo islámico. Se inscribe de ese modo dentro de una corriente de pensamiento que tiene múltiples cultivadores en el mundo islámico, tanto procedentes del marxismo (Amin, al-Azm) como en el de la laicidad democrática (Zaqariya, Nair, Corm) y que abre un rico campo al diálogo y la confluencia, intelectual, político e incluso moral, entre ambos mundos.