En Pedagogía de la autonomía Paulo Freire vuelve sobre los temas que los han ocupado a lo largo de su extensa trayectoria como profesor y como ensayista, en particular sobre aquellos aspectos que definen el alcance de la enseñanza. Con el vigor de la palabra oral y la precisión conceptual de quien revisa constantemente sus propias ideas, el autor sostiene que la tarea de enseñar no puede quedar reducida a la transmisión de contenidos o destrezas; por el contrario, debe avanzar un paso más, a fin de comprometer a los docentes y a los alumnos con su entorno social y cultural. La dimensión ética es la que permite integrar y respetar al otro, comprender los cambios propios y los ajenos, reconocer la injusticia y trabajar para revertirla, construir un sentido de autonomía y responsabilidad personal. Por eso, no puede estar ausente de ningún vínculo, menos aún del que se establece entre quien enseña y quienes aprenden.