Históricamente, la educación física fue concebida para disciplinar cuerpos de acuerdo a los modelos socio-culturales de época: ordenaba a los varones a ser fuertes y aptos para la guerra, para que ocuparan lo público, y a fortalecer el carácter. Y a las mujeres les servía para prepararlas exclusivamente para la maternidad.
Cuando desde el juego nos animamos a trazar nuevos caminos para interpelar a las hegemonías, los discursos dominantes y los conceptos taxativos, empezamos a transformar realidades, a comprender e incluir las diferencias y a hacer el día a día y al mundo en que vivimos un lugar mucho más justo.
Pido gancho es la frase que usamos para tomar un respiro en el juego y pensar cómo seguir. Se trata de una pausa para pensar la próxima estrategia, para respirar fuerte y seguir jugando.
En ese sentido, el manual está repleto de propuestas para los espacios de educación física que nos permitan ser más libres. Y tener muy claro que arrancamos un gran juego con miles y miles de variantes donde todas las identidades estén incluidas. Porque jugar es un derecho humano inalienable y nadie puede quedarse afuera.
Es un primer paso, de muchos que habrá que atravesar. Es una invitación a abrir las puertas, las mentes, a leer Pido gancho
y salir a jugar.