Durante siglos, Veracruz fue la puerta de entrada y salida deMéxico. Por ello, no resulta extraña la abundancia de relatos escritospor viajeros y visitantes en los que se describen el puerto,su conformación y sus circunstancias. Un significativo porcentajede esas crónicas posee un carácter adverso o inquisitivo, yaque fueron escritas por personajes vinculados a empresas queeran, con frecuencia, punitivas. Por fortuna, además de los muchosrelatos de aventureros y conquistadores, la ciudad puedepresumir la existencia de testimonios que refieren Veracruzcomo un espacio entrañable, habitado por personas comunesy corrientes, empeñadas en sobrevivir en un clima que a vecesresulta hostil y caprichoso. Tal es el caso de Ana García Bergua,quien brinda en Postales desde el Puerto de Veracruz un retratoafectuoso, ameno y desinteresado de la ciudad y la gente quela habita. Mediante una escritura ágil y, con frecuencia, festiva,García Bergua describe los espacios que acostumbran recorrerlos visitantes del Puerto, tales como los portales y el muelle,para encontrar en ellos los elementos de un complejo culturalintegrado por formas de hablar, vestir o alimentarse que leresultan a un tiempo intrigantes y gozosas. Alejada tanto delos lugares comunes como de la complacencia, Postales desdeel Puerto de Veracruz resulta una crónica impar, escrita por unapluma resuelta y desenfadada que, sin duda, aporta una visiónenriquecedora tanto para los ajenos a Veracruz como para sushabitantes. Si, como quiere Horhan Pamuk la ciudad no tieneotro centro sino nosotros mismos el libro de Ana García Berguaes, sobre todo, un retrato fiel de los habitantes de Veracruz,de sus formas de ser y estar, de convivir y alejarse. Por todo loanterior, la obra que ahora presentamos está destinada a ocuparun lugar destacado en las bibliotecas de los veracruzanos yde todos aquellos para quienes el puerto signifique una oportunidad para evocar, conocer o vivir.