Uno, dos, tres. Solo tres novelas le bastaron a Ariana Harwicz para convertirse en una de las escritoras más destacadas y renovadoras de la literatura argentina actual. Harwicz tiene un mundo propio que se reconoce desde las primeras líneas, es de esas autoras que nos atrapan desde el comienzo y que nos conducen sin respiro hasta el final del libro. Precoz es una novela de gramática brutal. Si en La débilmental, su novela anterior, había una proyección de la madre hacia la hija para que hiciera lo que la madre deseaba, aquí el asunto es la relación con un hijo precoz convertido en objeto. Madre e hijo viven aislados en una casa con madera acumulada en la puerta, ranchos sin terminar, cerca dos por vías de tren. ¿Puede una madre ser saciada por su hijo? ¿Puede un hijo querer a toda costa saciar a su madre?
Todo gira hacia lo erótico, ambientado en el mundo de
los nuevos pobres europeos. Los personajes de Precoz duermen tirados en los bosques o frente a supermercados. Allí están madre e hijo, como dos indocumentados más revolviendo la basura, cazando, siendo perseguidos por la policía, mientras el hijo muta veloz a hombre. Precoz es también una novela de terror. Pero es un terror nacido del deseo. Nada más inquietante.