Una buena fiesta, una buena fiesta de verdad, no cabe en una sola noche. (Ni en un solo libro.) Digamos: una fiesta a la que asisten Frida Kahlo y Diego Rivera, Rigo Tovar y Aurora Reyes, Enriqueta Ochoa y Cantinflas, Vicente Rojo y Olga Breeskin, todo el exilio español y todo el elenco de Avándaro. Entre pulques y cocteles, la plática se pone buena y el chisme es mejor. Los invitados se cuentan sus manías, platican de los primeros trabajos, confiesan sus momentos de cursilería. En una esquina, Bona Tibertellile pone el cuerno a Octavio Paz con Francisco Toledo. Y Paquita la del Barrio no para de cantar. Ésta fue la fiesta de la cultura en México en el siglo xxxx. Una época de creatividad desbordante, cuyos protagonistas, como nos recuerda Julia Santibáñez, no fueron únicamente señores de traje y corbata, sino infinidad de mujeres y hombres también, por supuesto, personas de todos los credos y sabores.