En este libro, Bolivia queda conversando hacia afuera, con un protagonismo que su insularidad le estaba entorpeciendo. En su cartografía estética, el país excede los hitos de su propia autorrepresentación simbólica, exclusivamente andina, y se abre a las tierras bajas, a los márgenes donde habita la imaginación, allende incluso de los límites geográficos, de los géneros, de los realismos, en la nación extendida de los migrantes, de las escrituras híbridas o de la ciencia ficción. El canon no se reemplaza, queda disuelto porque se derogan las jerarquías prescritas. La autora arma un catálogo sí, consciente de que en toda presencia y ausencia, en el lenguaje de su libro, radica su poder político.