AA.VV
A Adán le encantaban las quesadillas de flor de calabaza. Comerlas iba más allá del deleite del sabor delicado, casi imperceptible de la flor, combinado con esa amargura del epazote y lo crujiente de la masa dorada al comal. El sabor era sólo una parte del festín.
Que la cocina sea pretexto para hablar de lo indecible, para hacer presentes a los que se llevaron, para tejer acciones contra la ausencia.
Zahara Gómez Lucini