Sentimientos obliga a enfocar el cuerpo como objeto de deseo. Cuerpos escolarizados, normalizados por los uniformes, las formaciones y el sentarse mirándose las nucas en una sala de clases cualquiera. El cuerpo adolescente que quiere ser libre, enfrentarse al mundo sin resistencias, indagar sus límites más allá de toda regla. Buscar el placer hasta hacerse daño. En oposición al cuerpo adolescente deseante y deseado aparece una profesora. Un cuerpo controlador, pedagogizado, que se presenta como una fuente de verdades y de reglas para el buen vivir. Las acciones de este personaje pueden leerse como formas puras. No hay reflexión, no hay intención moral. Es la búsqueda de un control encarnizado. Y como Antofagasta es un cuerpo desbocado que se encamina a la invención de su libertad, urge dominarla y recluirla bajo las pautas docentes. El deseo de la profesora es idéntico al de la madre: quiere poseer a Antofagasta; y no duda en aterrorizarla para conseguirlo. La mejor herramienta para enajenar siempre han sido el miedo y la culpa.