Al intentar regresar al núcleo, con las pausas y activaciones propias de la imaginación, el deseo y las sexualidades, el viaje se hace perpetuo, y en su devenir cíclico las mutaciones alrededor del camino toman forma de vestigios para intensificar otros sentidos. Ahora las pausas no son a partir de la observación visual sino de la escucha retiniana; nótese en Spectio la inestabilidad del oído bajo gravedades y timbres al tejer con la memoria los quiebres, y con ello lograr expandir, precisamente, otros cuerpos en los que sus lenguajes se representan bajo la forma de montaje. No en balde la escritura poética de Rocío Cerón aspira a desestabilizar la huella y la imagen, la voz y las visualidades patronímicas, en Spectio Cerón hace uso de la palabra otra, gira para desenvolver lo oculto percibido a través de la tormenta, de los paisajes boscosos entre ahuehuetes y olor a eucalipto, y a partir de una arquitectura de la transparencia: «la tarea de observar los bordes». Con estos poemas, Cerón reafirma al lenguaje como ancla de un mundo-imagen táctil y logra construir visualmente sensaciones previamente desconocidas, en Spectio asistimos a una claridad poética pavorosa.