¿Quién fue tu verdugo? ¿Quién estuvo con vos durante tus últimos minutos? ¿Cuántos más murieron ese día? Son preguntas que quedan en el aire, después de los disparos, después de los golpes, después de toda la sangre. Eso es lo que queda, preguntas que hoy a 42 años todavía no tienen respuesta. Pero que sirven para seguir luchando, entendiendo los vínculos entre vida, literatura y lucha. Es la única forma que nos ha quedado para oponernos al olvido generalizado que se ha querido orquestar desde arriba. Pero aquí estamos y seguiremos estando, con tu foto en alto. Y tus poemas en boca de los jóvenes de hoy, con sus nuevas luchas y consignas. Y vos entre todos ellos, Ernesto.