¿Qué mundo emergerá luego de la pandemia del virus covid-19? ¿Cuáles pudieran ser sus contornos? Para intuir aquel mundo que pueda ser, es conveniente inclinarse sobre el que hemos construido hasta ahora. En las últimas décadas, nuestra realidad se define desde una sola razón dominante: el neoliberalismo. Sus efectos son innegables. Las sociedades son cada vez más injustas, más desiguales y más violentas. Se conjugan dentro de una misma dinámica contradictoria de inteligencia artificial, productividad y políticas de austeridad, manejo corporativo del Estado, y poderes políticos y económicos con capacidad de control social a través del Big-data.
El mundo pospandemia obliga a pensar en diversas opciones. En octubre-noviembre de 2019, decenas de miles de ciudadanos protestaron contra la injusticia, la desigualdad y la precariedad en varias partes del mundo. Las calles de Quito, Bogotá, Santiago de Chile, Puerto Príncipe, París y Hong Kong, entre otras, fueron escenario de una marea de esperanza y utopía. Sobre ese contexto, la humanidad tuvo que confrontar la pandemia. Ahora las coordenadas de la normalidad se han alterado y, al parecer, en forma irremisible. Precisamente por ello es necesario pensar en otros ejes para el mundo que emerge: la renta básica universal, como nuevo fundamento social para restaurar la relación entre trabajo y sociedad; la salud pública, como nuevo fundamento para despojarla de su corteza mercantil y devolverle su condición de humanismo, y la educación global, como apuesta por la construcción de una nueva paideia para ciudadanos globales, críticos y conscientes. Este es el sentido del Manifiesto para el siglo XXI, llamado para que nuestras sociedades finalmente se atrevan a dar el salto hacia el siglo XXI.