La primera década del siglo XXI en nuestra América Latina ha estado marcada por la emergencia y la trascendencia de las luchas sociales y los movimientos populares. Se trata, sin lugar a dudas, de una década en movimiento para los sectores populares. Por un lado, por la generalización de la protesta social, la emergencia y reactivación de movimientos sociales que expresan y nutren la crisis del neoliberalismo y amplían el horizonte democrático en la región. Por el otro,
porque, a diferencia de la década anterior, la emergencia de gobiernos reformistas en varios países plantea para las organizaciones sociales nuevos desafíos y nuevos horizontes de acción. Las vinculaciones entre lo social y lo político, entre la autonomía y la integración al gobierno, entre la lucha institucional y extrainstitucional, son objetos de intensos debates que atraviesan al conjunto de las organizaciones populares y se prolongan en las ciencias sociales. Así mismo, asociado a estos cambios en las orientaciones políticas de algunos gobiernos, emergen procesos de movilización social con características regresivas, tintes derechistas y anhelos restauradores.
Este libro compila un conjunto de avances de investigación y ensayos que grafican la riqueza de esta década en movimiento en América Latina. Al ofrecer un recuento de distintas experiencias nacionales,
nos proponemos compartir elementos para la reflexión y abrir algunas líneas de interpretación que abonen a un balance de la década que reconozca la centralidad y la politicidad de la acción colectiva, lo cual implica, a contrapelo de las tendencias de los noventa, una toma de distancia con los paradigmas institucionalistas, despolitizantes y desmovilizantes que dominaban las ciencias sociales y el discurso político. Al mismo tiempo, a la luz de una mirada de conjunto sobre la década y considerando la diversidad de experiencias latinoamericanas, la irrupción política de las movilizaciones críticas del neoliberalismo no puede asumirse como un paradigma general y omnicomprensivo que pretenda substituir el anterior. Sin embargo, reconocer un saldo agridulce no impide destacar la novedad histórica, enfatizar las rupturas marcadas por las luchas sociales sin dejar de subrayar las continuidades de las recomposiciones institucionales, la apertura de horizontes de reformas y alternativas en medio de la persistencia de inercias conservadoras y de proyectos reaccionarios y restauradores.
Esta constatación tiene profundas implicaciones historiográficas, sociológicas y políticas que deberán ser objeto de intensos debates que el libro que hoy presentamos procura promover.