Steven Shapin plantea en este libro un sólido argumento a favor de la pertinaz importancia de la confianza a la hora de establecer el conocimiento empírico acerca del mundo natural. Sus relatos históricos, de exquisita riqueza en cuanto a detalle -particularmente sobre Robert Boyle- explican de qué manera los filósofos naturales del siglo XVII resolvían sus disputas sobre cometas, icebergs y la presión del agua teniendo en mira los códigos de conducta de las familias "de buena cuna".