El feminismo como poética del cuerpo y política de la letra es estado de convulsión, vértigo de pregunta, desacomodamiento de la facilidad. Un susurro ético y un desvío temporal, espacial y sensitivo en una microficción disonante de la civilización. Porque el desprendimiento del pellejo adherido a los protocolos del disciplinamiento corporal y epistémico, es una invitación a singularizar la distorsión de los ideales regulativos de la subjetividad neoliberal y sus coacciones normativas