Banalizada. inserta ya en el escenario de nuestra cotidianeidad. la precariedad trastorna nuestra relación con las normas sociales. ¿Acaso se sabe siquiera hoy qué distingue a una vida corriente de una vida precaria? ¿Se ha advertido que los desempleados. los supernumerarios. los inútiles. ese ejecito de gente sin voz. se ha inventado una nueva lengua ante la que permanecemos sordos? Si la filosofía pretende contribuir a la crítica social. le corresponde traducir esas experiencias de inexistencia y devolverle el derecho de ciudadanía a esas voces discordantes. para así participar en la construcción de una sociedad decente . No se trata en absoluto de un programa. sino de una exigencia: puesto que las voces de los precarios son la última voz de la democracia. es preciso darles un lugar en el ruido habitual de nuestras vidas.