En Y por mirarlo todo, nada veía Glantz recurre a una de las máximas improntas de su obra: la escritura fragmentaria. Heredera de una tradición que va desde Benjamin hasta David Markson, la escritora mexicana mete en una misma página los horrores del ISIS y las adicciones de Charlie Sheen; el exilio de los colibríes de su jardín y las consecuencias del ecocidio planetario; aforismos de Kafka y espeluznantes reportes de feminicidios; el descubrimiento de un sistema solar cercano al nuestro y la extinción de las abejas. Utilizando su sensibilidad y su erudición como puntas de lanza, Glantz nos regala un collage de emociones, imágenes y reflexiones que en su estruendoso eco nos obliga a hacer un alto en el camino para comprender lo que sucede en nuestro entorno.