Han pasado veinte años. Y vuelvo a irme. Otra vez me alejo de ti para acercarme a Buenos Aires. Ella, tanto como tú, es la ciudad incomprensible donde nací. Ahora las palabras me retornan con una lógica geométrica. Al lugar en que renuncié a ellas. Todo regresa. Somos nosotras quienes no podemos volver a las cosas ni siquiera volviendo. Atrás ha quedado el viaje que te propuse entonces. Nunca accediste, y llegó un momento en que tampoco yo estaba dispuesta a llevarlo a cabo. Lo tengo grabado en la memoria: redactado y acordado en un contrato que se firmaría ante notario dos días antes de comenzar la aventura. El viaje debía tener dos largos años de duración y tenía que considerar en su itinerario más de diecisiete países.