Las coordenadas sobre las que esta novela se construye se enuncian desde el título. Acá: espacio que reconoce sólo quien lo habita, y todavía: ese no tiempo, el del aún, del ya casi o el hasta que... Andrea, protagonista y narradora, asiste a la agonía del padre y se interna en el espacio amurallado del presente, aunque atravesado por pasadizos secretos y no tan secretos: recuerdos hacia los que se desliza, también, el porvenir. La escritura de Romina Paula atenta contra el dominio y la prepotencia ontológicos. En ésta, como en sus novelas anteriores, hace lengua de lo mutable, lo inapresable, lo indefinible. Sus personajes no son, sino que están siendo y adquieren espesor gracias a la singularidad de una voz en cuyas raíces se entrelazan dolor y oscuridad, ligereza y sentido del humor. Se mueven en zigzag, buscan, preguntan, están del lado de los que prefieren no saber. Por eso los sonidos de sus narraciones contienen el volumen cromático del habla o el discurrir del pensamiento, modulaciones que su autora escucha con minuciosidad. En esa porosidad, esa entrega hacia lo no dado, hacia lo por hacer o descubrir, en esa libertad, reside la fuerza de su estilo. Virginia Cosin.