Un bestiario que comienza con la A de animal y termina con la Z de zoológico, donde tal
como Deleuze señalaba- el escritor es un brujo porque vive el animal como el único pueblo ante
el que es responsable. Bajo la garantía engañosa del orden alfabético florecen la connotación y
la polivalencia. Cada entrada de este diccionario poético exhibe una luxación semántica, a dos
voces, no para detenerse ni cristalizarse, sino para marchar entrópicamente sin rumbo fijo, o
mejor dicho para irradiar lo indeterminado y brillar. Alejandro Méndez