Detrás de las figuraciones de Elena Poniatowska acaba dibujándose el contorno de un ángel, un ángel caído, baldado: Jesusa Palancares, un ángel viejo, un guajolote que la vida ha apaleado; Gaby Brimmer, un ángel nuevo con el cuerpo roto; Quiela Beloff, un pájaro azul atrapado en la ausencia de Diego; Tina un ángel rojo, perseguido por la pasión y la muerte en el amor, la revolución y el arte; Mariana/Elena, sucumbe al encanto del sacerdote. Todas las protagonistas son ángeles caídos, especialmente las marías y las mulitas, arrojadas al vendaval del Distrito Federal. En esta operación de inventario, la escritora imagina a México entre la pertenencia y el extrañamiento. Su narrativa se comporta como una cámara fotográfica: Puesto que toda foto es contingente y (por ello fuera de sentido) la fotografía sólo puede significar (tender a una generalidad) adoptando una máscara (Barthes). En este catálogo de ángeles mexicanos la significación corre por cuenta de la mirada y el deseo de la escritora. Carmen Perilli