Francisco Sánchez nos ofrece ahora el más personal de sus libros. En él relata los pormenores de su guerra privada de toda una vida en defensa de los derechos del espectador y, consecuentemente, en contra de la censura, la mutilación, el doblaje, la retitulación idiota, los intermedios arbitrarios y la conversión de las salas de cine en comederos. Esta batalla no impide, por supuesto, el disfrute de los placeres que el séptimo arte brinda día a día a sus fieles adictos.