El presente volumen lo integran nueve artículos publicados entre los años 1998-2011 y aparecidos tanto en actas de reuniones científicas como en obras colectivas. Este conjunto de trabajos se refieren a cuestiones que me han interesado como tema de estudio a lo largo de mi trayectoria. Bajo la aparente diversidad de sus títulos, creo que subyace a ellos una cierta unidad o, al menos, un hilo conductor. Tanto durante la Antigüedad como a lo largo de la Edad Media, la península Ibérica fue un espacio de gran diversidad histórica. La conquista musulmana del reino visigodo de Toledo en el año 711 dio origen al nacimiento de al-Andalus, un país árabe e islámico, cuya presencia constituye un hecho determinante en la configuración del período medieval. A la tradición romana y latina, que será la que prevalezca en los territorios que quedaron al margen del dominio musulmán, se superpone, a partir de entonces, el componente árabe e islámico, que configura la identidad de la sociedad andalusí. De este modo, durante varios siglos coexisten en un mismo espacio geográfico formas políticas, sociales y culturales diversas. El espacio peninsular fue durante la Edad Media un territorio de fronteras, físicas e ideológicas. Pero nunca existen límites absolutos, ni hay barreras infranqueables. Las fronteras, al mismo tiempo que separan, son nexos de unión, puntos de conexión de elementos, en principio, antagónicos.