El hundimiento de la Unión Soviética permitió al establishment neoliberal global proclamar el fin del comunismo como aspiración política. Se realizó y se sigue realizando una grosera amalgama «totalitaria» entre el comunismo y el fascismo recurriendo a una moralización, quizá necesaria en otro aspecto, pero que en esencia pretendía enmascarar el carácter eminentemente emancipador y radicalmente político de la «idea» comunista.
Esta obra pretende abrir una reflexión sobre la experiencia comunista sobre todo a partir de sus aspectos subjetivos y estéticos, en cuanto que ambos se vieron afectados por la deriva totalizadora fruto de la condición abstracta del proyecto. El cual implicaba la necesidad de un compromiso que, en nombre de un presente opresivo, se realizaba exclusivamente, en un acto de voluntarismo, sobre un futuro que, por eso mismo, era inexistente.
Se trata, por tanto, de rescatar la subjetividad, como condición para la creación de ese «hombre nuevo» libre de las ataduras del sistema burgués y capaz de reconocer lo común, actuando sobre las paradojas, cuya tensión refleja la lucha de contrarios propia del materialismo dialéctico que se aproxima al pensamiento taoísta, aun reconociendo las aportaciones de pensadores como Agamben o Badiou. En este sentido, el autor avanza una compleja y fascinante aproximación filosófica y psicológica de la que emerge ese ser que se reconoce en la «necesidad del comunismo» con el desarrollo empático de lo común.
Particularmente brillantes son las páginas que dedica al realismo socialista, del que propone una lectura que huye del simplismo del canon burgués y que le lleva a juzgar críticamente el papel antirrevolucionario de movimientos como la action painting o el political pop.
Se trata, pues, de una obra original, profunda y llena de sugerencias que sin duda abre nuevas y luminosas perspectivas en el sombrío mundo que ha construido el capital.