Para Frida Cartas la transexualidad, o el ser mujer trans, no significa una transición, o un cambio de A a B, una persona que dejo de ser X para convertirse en Y
Ni ninguna de estas historias que generalmente son la sociedad (mediante discursos de inclusión) quien las adjudica vía los patrones y estándares socioculturales, y que son repetidas hasta por las mismas personas, mujeres y hombres trans. Para Frida Cartas ser una mujer trans es una expropiación de su propio cuerpo, robado con anterioridad precisamente por estos patrones y estándares. Para Frida Cartas ser una mujer trans es haberse hecho justicia a sí misma, dentro de un mundo en el cual pareciera que ninguna mujer tiene justicia.
Si como apuntó Marx, hay que tomar los medios de producción, Frida tomó el primero y más suyo: su cuerpo y toda la sexualidad que en él habita, entonces no sólo se puso a construir y producir, sino también hacer política. Un trabajo que le ha valido el escarnio y la crítica simplona y ligera de quienes no soportan la colectividad y la autogestión.
Este libro es una peculiar, ácida, intensa, y poderosa autobiografía, narrada por ella misma, harta de que siempre sean los médicos, los psiquiatras, la iglesia, los sexólogos, la ciencia, los especialistas, quienes opinen y determinen, algo que evidentemente no atraviesan desde la experiencia, mucho menos desde el cuerpo.
Para Frida Cartas nombrarse trans no es la contraparte de nada ni de nadie, sino la evidencia que lo trans fue simplemente la vía posible para nombrar esa resignificación de la mujer que siempre fue, que no se hizo un día, que no descubrió de pronto, que no apareció al ponerse un vestido, que no se materializó al lograr una identidad de género administrativa, sino que siempre estuvo ahí, resistiendo hasta visibilizarse.