Aquí la memoria no es turbia. Hay huellas que han quedado limpias después del insaciable pisotón de las violencias. Allá donde sucede esta historia, el calor del clima se destempla y lo que hierve es el horror de los prejuicios. Padre, madre, hijo, hija, niño, niña, bueno, mala, sí, no: al interior de estas páginas el mundo se afana entre dualismos y las que no caben ahí son negadas, maltratadas, excluidas. A través de anécdotas cotidianas conocemos los sucesos que determinaron la identidad de la autora y varios aspectos de la realidad raramente explorados desde la literatura. Frida Cartas rememora una infancia que no dejó espacio para su nombre, ni para su voz, ni para su cuerpo. En algunos relatos prima una insólita ternura; en muchos, la crudeza de abusos incesantes; en otros, un humor inexplicable o una frialdad que diseca los acontecimientos para decirnos algo: que en nuestros cuerpos puede habitar la violencia más atroz, pero también el arrojo más vivaz y resiliente hacia la vida.