Con saltos de casi tres metros de altura, increíbles suspensiones en el aire y un estilo en extremo sensual, Váslav Nijinsky revolucionó la danza. Fue la figura central de los Ballets Russes como bailarín y coreógrafo y allí se consolidó de cara al futuro como ícono queer, en el término de una carrera que solo duró diez años. Además de haber sido un bailarín descollante, quizás el más importante del siglo xx, desplegó una singularidad inolvidable. Su camino estuvo atravesado por las tormentosas relaciones que estableció con su mentor personal, el empresario de las artes Serguéi Diáguilev. Curiosamente, fue en Argentina donde Nijinsky contrajo matrimonio y donde interpretó su último ballet.
La noche de su presentación final declaró su casamiento con Dios y se entregó a la escritura de estos textos casi sin pausa, durante poco más de un mes, hasta que fue internado en un hospital psiquiátrico. Este libro de culto, generalmente traducido como Diarios (pese a que el propio Nijinsky les llama Cuadernos), está hecho de una escritura que oscila entre momentos de un tono confesional y una profundidad mística, aunque siempre desbordante en ritmo y estilo poético. El lenguaje, llevado hasta el límite de la ecolalia, hace de la lectura un proceso exasperante y magnético.