Esta Antología Personal de Diamela Eltit se caracteriza por una intensidad pocas veces vista en la más reciente literatura hispanoamericana. Hermanada con su compatriota
Roberto Bolaño en el esfuerzo por llevar la narración a esos sitios arriesgados donde el lector podría exasperarse como también ocurre con Beckett, la convicción de su esfuerzo a la postre resulta salvajemente cautivadora.
Una vez nos adentramos en su universo narrativo, ya no queremos salir, porque estos textos nos vuelven claustrofílicos, adictos a esa voz que insiste en apoderarse de nuestra imaginación porque la suya ha alcanzado el sitio inesperado, la mansión del grito.
Si la novela gótica hacía del desván el sitio de la locura, Diamela Eltit prefiere la alcoba como ese sitio irreductible donde probamos la vida alterna que alucina lo mismo que susurra, que estremece de pavor a la vez que seduce con sus arranques de vulnerabilidad y ternura.