Mentir no es fácil. Se requiere rigor, generosidad y desparpajo. También astucia, falsedad y una inmensa necesidad de ser obsequiosa. En especial, cuando se trata de mentir para negar quien se es y asumir otra identidad. La historia está llena de impostoras, pero quizás, ninguna como Ana Anderson quien, durante casi toda su existencia, se hizo pasar por la zarina Anastasia, la única sobreviviente de la familia real rusa tras los incidentes de la Revolución de Octubre. Detrás de toda impostura, hay una pregunta que se muerde la cola, como la mítica serpiente que se engulle a si misma: ¿quién engaña a quién? Aquí, Luciana Montalvi, escritora, se lanza a una insólita aventura de entrevistar a Tatiana, la nieta de Anna Anderson que vive en Nueva York para desembocar en un laberinto entre ficción y realidad, pasado y presente, narrador y narratario. Al resolver un enigma encuentra otro, y luego otro y luego uno más, como en las matrioskas rusas, muñecas que encajan una dentro de otra. La novelista argentina, radicada en Chile, Isabel Hernández, llega con esta obra a una impresionante madurez narrativa en la que invita al lector a entrar en el equívoco juego nuez de la más antigua estirpe de los grandes narradores, de presentar una impostura, una ficción, una mentira, como si fuera realidad. ¿Acaso no todos necesitamos, en gran parte, creer que la mentira es realidad? El extraño encanto de las impostoras es un delicioso divertimento en el juego circular de la ficción que devora la realidad que devora la ficción. Y, en voz del personaje Anna Anderson, la pregunta retumba como el eco en un abismo: «Al fin y al cabo, ¿qué se gana con la verdad?»