La memoria se conjuga siempre en presente, lo que determina sus modalidades: la selección de los acontecimientos cuyo recuerdo es preciso conservar (y de los testigos que hay que escuchar), su interpretación, sus "lecciones", etc. Se transforma en una apuesta política y adquiere la forma de una obligación ética (el "deber de la memoria") que a menudo se convierte en fuente de abusos. Los ejemplos no faltan.