Proponer una investigación sobre la sexualidad de las griegas y los griegos significaría proyectar sobre las representaciones y la sensibilidad de los Antiguos un concepto moderno. Más vale atenerse a las categorías autóctonas. Este libro pretende esbozar, siguiendo sus múltiples caminos, el perfil de esa fuerza que los helenos divinizaron bajo el nombre de Eros, haciendo de un joven travieso el paredro de Afrodita. A partir de una fisiología del amor, el estudio de los efectos de Eros lleva a preguntarse por la función de los poemas e imágenes que lo representan y a examinar seguidamente las instituciones a las que contribuye a sostener, así como los espacios en los que ejerce su poder, como forjador de relaciones sociales. Recuperado por filósofos y miembros de sectas órficas, Eros se revela finalmente en su condición de mediador de auténticos caminos iniciáticos.