La Ciudad de México vivió un auge con el arribo de la electricidad y la iluminación urbana y arquitectónica, a principio del siglo XX, lo que permitió alargar el día y compartir colectivamente la noche. Esa época fue marcada por el cine, y la ciudad guarda huella de lo que varias generaciones entendieron como el gozoso arte de entretenerse frente a una pantalla gigante. La sala cinematográfica fue una muestra de una nueva vida colectiva, y en su desarrollo brindó albergue a una sociedad que compartía el gusto por el cine. En la producción de películas se entrelazaban formas científicas y artísticas, se alimentó de las artes escénicas, la literatura o la música, y dio cabida a las artes plásticas y a la arquitectura. La propuesta arquitectónica de los cines se moldeó con cada etapa en su evolución y de los historicismos, pasó a los espacios ambientales, para arribar finalmente a la modernidad propia del siglo XX. Su presencia en el perfil urbano fue contundente y la vivencia de cada espacio era parte del espectáculo cinematográfico. Paulatinamente esos edificios se han ido diluyendo hasta desaparecer físicamente, pero también de la memoria colectiva. Este libro cuenta parte de su historia.