En Estampas de la landa, su registro preciso de la realidad denota una extraordinaria percepción sensorial, un oído hipersensible, un sentido táctil agudo y un ojo que expande su mirada macroscópica sobre lo diminuto. De esa manera otorga materialidad a su Westfalia natal: un espacio poético en movimiento, habitado, sonoro y pleno de color; un espacio vivo, marea inagotable de lo mínimo.
Los modos musicales, la manera entre ligera y grave que adopta todo este despliegue -leído y presentado por Sonia Scarabelli- son recuperados con cuidadosa orfebrería por la traducción de Héctor A. Piccoli.