La ética, como saber, se ha ocupado ya desde sus orígenes griegos de tratar de orientar argumentativamente al ser humano sobre las decisiones que tiene que realizar en el ámbito moral y, por ende, en un terreno donde se abren diferentes caminos de toma de posición y de acción, y donde cada una de esas determinaciones dará lugar a una realidad y unas consecuencias distintas. La ética, por tanto, es un saber que requiere de conocimiento, pero también de entrenamiento para ser capaces de dar con la mejor, la más optima o la más justa respuesta.