El concepto de ética, tal como se desarrolló a lo largo de la historia de la filosofía, sufre de un doble ?golpe de desilusión? a manos del psicoanálisis: el primer golpe está asociado con el nombre de Sigmund Freud, el segundo, con el de Jacques Lacan. No es un accidente el que, en ambos casos, el mismo filósofo sea el foco de discusión: Immanuel Kant. El ?golpe freudiano? a la ética filosófica se puede resumir de la siguiente manera: lo que la filosofía llama la ley moral (y más precisamente, lo que Kant llama el imperativo categórico) no es en realidad más que el superyó. Este juicio provoca un ?efecto de desencanto? que cuestiona cualquier intento de basar la ética en cualquier fundamento que no sea ?patológico?. A su vez, coloca la ?ética? en el centro de lo que Freud llamó el descontento o malestar en el corazón de la civilización. Dado que tiene sus orígenes en la constitución del superyó, la ética pasa a ser nada más que una herramienta conveniente para cualquier ideología que pueda tratar de hacer pasar sus propios mandamientos como las inclinaciones auténticas, espontáneas y ?honorables? del sujeto.