La inquietud por el hecho pedagógico, por la forma de ingreso al análisis de los procesos de aprendizaje y las virtualidades pedagógicas de las diversas opciones epistemológicas, teóricas y metodológicas, han sido una constante para mí, en los últimos veinte años, aproximadamente. Primero fue por los requerimientos de un trabajo no escolarizado, con grupos de jóvenes y con colectivos comunitarios de diverso tipo, aunque casi siempre de extracción popular. Más tarde, cuando me incorporé a la actividad académica universitaria, por el reto de compartir con los grupos que se me asignaban y ofrecerles lo mejor de mí todavía entendía que yo les trasladaba algo, casi de manera unidireccional-, hasta que fui madurando y comprendí que también yo aprendía en cada encuentro.
Desde esa comprensión, me impuse el esfuerzo por aprender, por abrirme a nuevas formas de comunicarme, de expresarme y de interaccionar con los y las estudiantes, hasta descubrirnos aprendientes. Y esta inquietud e intención no me han abandonado en estos años, por eso he estado dispuesto a evaluar y ser evaluado, a transformar y aprender
sobre todo a aprender, entre otras cosas.
Aunque mi formación es multidisciplinaria, debo reconocer que el derecho ejerce una gran gravitación en mí: en mis preocupaciones intelectuales y actividades pedagógicas. Como he dicho en otras ocasiones: «el derecho me ganó
para sí». Y particularmente lo que tiene que ver con los aprendizajes jurídicos, sobre todo por la evidencia de una ausencia -que a veces se exhibe ostentosamente- de mediación pedagógica en el acto del aprendizaje, cuando es en ese momento que realmente tenemos la oportunidad de incidir, en forma significativa, en las nuevas generaciones de agentes del derecho.
Por eso, en mis caminadas he estado buscando las interlocuciones, los materiales, los momentos y los espacios para poder despensar lo pensado y repensar de nueva manera, para desarticular los órdenes establecidos y rearticular nuestras realidades; para hacer del acto pedagógico un verdadero acto dador de vida y, de esta forma, poder incidir en la transformación de la realidad del derecho y sus gentes; en fin, para hacerme cargo de la parte que me corresponde en este reto que significa el cambio paradigmático que nuestras sociedades y nuestra especie están transitando.