Considerada la obra culmen de Katherine Mansfield, una de las más grandes representantes del relato corto, La fiesta de jardín y otros cuentos reúne pequeñas y cautivadoras historias que, aunque se encuentran enmarcadas en lo cotidiano, relucen por su candor y naturalidad. Apenas como un asomo, y sin mayor afán que el deleite, la delicada escritura y la penetrante visión de su autora ofrecen una perspectiva distinta de los episodios más sencillos y comunes: si bien los relatos se ubican a principios del siglo xx -varios de ellos como evocación de la juventud de Mansfield; algunos incluso situados en Nueva Zelanda, su tierra natal-, resultará imposible no conmoverse por los encantadores detalles de sus descripciones e identificarse o, al menos, reconocer las situaciones y las sensaciones, los pensamientos y los sentimientos de los distintos personajes, sean adultos, jóvenes o niños, de origen acaudalado o humilde, que iluminan cada uno de los cuentos. La excepcional narrativa de Mansfield -la única de la que Virginia Woolf aseguró haberse sentido celosa- tiene una sencilla procedencia. En una carta de 1922 dirigida a Sarah Gertrude Millin, afirmó la autora neozelandesa: "Creo que la única forma de vivir como escritora es tomar como base la verdadera vida familiar de una misma: para encontrar el tesoro que ahí se halla (...) Y lo curioso es que, si describimos esto que nos parece intensamente personal, otras personas lo tomarán para sí mismas y lo entenderán como si fuera suyo".