Una exploración de la obra literaria de Juan Rulfo no a partir de la teoría literaria ni de la vida cotidiana, sino de la exploración de la obra en la persona.
Así como no cabe duda de que Juan Rulfo es uno de los mejores escritores mexicanos de la historia, pese a la brevedad de su obra, tampoco se pone en tela de juicio que hay innumerables libros y textos en torno a su persona.
De ahí que Cristina Rivera Garza no pretenda hacer una biografía, tampoco un análisis estilístico de su obra. Pretende, en cambio, entregar un texto híbrido partiendo de una premisa. Para que un autor viva como tal, precisa, antes, vivir de otras cosas. Rulfo trabajó en una llantera antes de escribir sus dos grandes libros. Después se refugió en una comisión para el desarrollo del Papaloapan. Al margen de las razones que lo llevaron a elegir esos trabajos, queda claro que, en alguna medida fueron los posibilitadores de, primero, su obra y, más tarde, la construcción de su figura.
La autora parte de esa idea. No la de la vida cotidiana, sino la de la exploración de la obra en la persona. Una suerte de trascendentalismo desvelador. El mismo que la ha llevado a ella misma a recorrer caminos inesperados, a toparse con la presencia de un escritor que, para ella, quien no lo conoció, es sólo eso.