A ratos elegía y a ratos canto celebratorio, Herida luminosa, de Minerva Margarita Villarreal, se nos presenta como un largo poema fragmentario cuyas estaciones apuntan hacia la construcción de un paisaje estrechamente unido al origen. Con una voz que no teme mostrar su herida en el arrebato lírico, y a la vez capaz de remontar bellas alturas verbales, la autora reincide en emparejar con fortuna una cadencia bíblica a un tono erótico. A lo largo del poemario, el espacio físico muta hasta confundirse con los confines interiores donde los verbos caer, subir, avanzar, retroceder son brújulas a descubrir en el trance de una comunión del cuerpo con otras esferas de existencia. El amante y la divinidad se confunden en un mismo diálogo. Una trinidad donde las transfiguraciones del interlocutor comprenden al padre, al amante y al hijo. Porque abreva venturosamente en una tradición cara a nuestro idioma, y por sus aciertos estéticos que logran una intensidad espiritual, este libro se inscribe con solvencia entre lo mejor de la poesía que se escribe actualmente en nuestro país.