Indeleble es una historia que se teje con dos agujas. Va tramando así dos tonos, dos versiones que corren a su vez en paralelo y desembocarán en un mismo hecho trágico. Las líneas de la novela una en pasado, la otra en presente forman un lazo. Un lazo arrojado a la historia, con la fuerza de un boomerang, y que siempre atrapa y afecta a los mismos. Las huellas que quedan, en este caso, son de la crisis del 2001. Y hablar del 2001 es como hablar, no de un pasado superado, sino de un presente por venir. De un latigazo, pareciera, que puede retornar con la pulsión de lo inevitable.
El talento de Paula Tomassoni no sólo resuena, como en sus libros anteriores, en la capacidad por construir voces cercanas, reconocibles; no sólo destella en el humor sutil o en la mirada crítica; también se refleja en la plasticidad de una prosa que avanza organizada por una estructura que se anudará en un punto para buscar, con la violencia del lazo, un cuerpo para someter y castigar. Es decir, el cuerpo de los más débiles.