Un día agobiante de calor, una mujer viaja en auto con su hija y un cordero muerto en el baúl, en una ciudad colapsada por los cortes de luz y los trajines de la Navidad que se aproxima. Un comienzo absolutamente atractivo para una historia que seguirá redoblando su apuesta hasta el final. Con el trasfondo de las fiestas de fin de año (no sólo Navidad y Año Nuevo, si no despedidas, reuniones de amigas, reencuentros, boletines de fin de curso, vacaciones en ciernes, citas que fracasan), Marina, la protagonista de Leche Merengada, transita el presente moroso de una mujer recién separada, con dos hijas pequeñas a cargo, y una historia familiar que a veces se espesa como la leche del título. Personajes y situaciones hilarantes en la superficie y, por debajo pero aflorando a cada párrafo, el pasado reciente de un país sostenido por la cobardía, la delación y la complicidad de la clase media de la plata dulce y los domingos en familia.
Paula Tomassoni escribe esta notable primera novela sin tropezar ni perder el pulso, con una acidez y una frescura que nos abanica en el sopor de ese verano incipiente donde todo se pudre.