En Inteligencia del sueño, Anne Dufourmantelle nos invita a pensar qué pueden los sueños, dónde radica su potencia, su acto de resistencia. Realiza un extenso recorrido histórico-filosófico sobre los sueños, mostrando cómo el psicoanálisis arranca al sueño de las comarcas del mito cuando descubre con Freud que las pulsiones lo asedian y reconoce que en él se cifra, secretamente, nuestro deseo.
Pero, ¿qué puede decirse de los sueños hoy? Hay una percepción infinitamente más vasta que el yo, que Anne nombra como la noche de nuestra sensibilidad, en la que el sueño nos instruye. Este abre una ventana a la noche y esa noche puede iluminar una vida. Su inteligencia supone una inversión del vínculo entre la lucidez y la razón, ya que revela lo que está empezando a pasar, anuncia un mundo por venir que ya está en nosotros, del que el yo no se ha anoticiado aún. Anuncia una conversión, una metamorfosis. Se trata de dar hospitalidad a eso que viene de un otro lugar, ese otro lugar al que tendremos acceso solo por medio de una figura, que la autora propone con el nombre de intercesores. Tenemos interdicta la relación con lo real, con eso que no tiene representación y, es por medio de estos mensajeros que cumplen la función de mediación, que podríamos acceder a una inteligencia creadora que nos permita producir una torsión en el curso de una vida, como también acceder a la experiencia de un cuerpo erótico.