La historia de la metafísica también es nuestra propia historia, es nuestro destino, en la medida en que sólo nuestro preguntar por el ser puede abrir ese espacio en el que el ser puede surgir y mostrarse. Pero este poder de "apertura" no debe confundirse con un poder sobre el ser del ente, no debe pensársela como una relación entre sujeto y objeto.