La estructura formal de nuestra existencia, en sus diversos sectores, ocupaciones y destinos, se llena en cada momento de un contenido distinto. El valor de la vida se halla en toda hora entre una medida más alta y otra más baja de importancia, suficiencia y moralidad.
Constantemente nos orientamos, si no con conceptos abstractos, por un sobre-nosotros y un debajo-de-nosotros, por un más y un menos, por un mejor o peor. Así nos orientamos en el espacio infinito de nuestros mundos. Y por el hecho de que siempre tengamos límites, somos también nosotros límite.